"Como una deuda pendiente,
como un abrazo sin dar,como dos miradas esquivas
que se acaban de encontrar.
Aquí presente la tierra,
aquí presente el olivo,
olivo contra el olvido.
En esta tierra que amas
donde has muerto y has vivido”
ACTO
DE RECONOCIMIENTO DE ANTONIO CEDILLO
ALKATEAREN
HITZAK
Egunon
guztioi eta eskerrik asko gaur hona, gure herrira, etortzeagatik.
Ongi etorriak zarete guztiak. Ongi etorri, bienvenidos, a los y las
que os habéis desplazado desde Andalucía.
Pero
hoy especialmente ongi etorri a Jose Miguel, Maria Dolores y resto de
familiares de Antonio Cedillo. Sé que para vosotros y vosotras esto
no es fácil, sé que es consecuencia de un proceso personal muy
profundo, que os habéis armado de fuerza para poder estar hoy aquí
después de 36 años de esos hechos tan trágicos. Por eso, quiero
trasladaros honestamente que sois bienvenidos a este municipio.
Este
Ayuntamiento, organizado por el propio Ayuntamiento, ha llevado a
cabo dos actos de reconocimiento y reparación de víctimas de
vulneraciones de derechos humanos: el primero, el 28 de junio de
2017, por las víctimas de ETA Vicente Gajate, Jose Luis Caso y
Manuel Zamarreño; el segundo, el 15 de diciembre de ese mismo año,
por las víctimas de abusos policiales, los fallecidos Gregorio
Maritxalar, Rafael Gómez y José Luis Cano, y más de una decena de
heridos.
Previamente,
este Ayuntamiento, por unanimidad de todos los partidos políticos
del Ayuntamiento de Errenteria, aprobó el documento “Hacia una
memoria compartida, Informe sobre violaciones de derechos humanos y
hechos violentos acaecidos en Errenteria de 1956 a 2012.” Este
documento tiene un enorme valor, ha marcado un antes y un después,
toda vez que es la primera vez que todas las fuerzas políticas
llegamos a un acuerdo sobre cuáles son los hechos, y por lo tanto,
las víctimas de vulneraciones de derechos humanos de las violencias
de diferente origen ocurridos en nuestro municipio en el pasado. Es
sobre esa base sobre la que se desarrollan los actos que han sido
señalados. El objetivo, la reparación de esas víctimas, y en lo
que atañe a un Ayuntamiento, la reparación social.
Posterior
a esos actos, los grupos políticos del Ayuntamiento de Errenteria
acordamos que no habría más actos parciales, y que el siguiente
acto sería conjunto para la totalidad de las víctimas de
vulneraciones de derechos humanos acaecidos en Errenteria como
consecuencia de la violencia de motivación política.
El
acto de hoy, por tanto, no es un acto organizado por el Ayuntamiento,
sino por la familia de Antonio Cedillo, pero este Ayuntamiento ha
querido ayudar a la familia en su organización.
No
es la primera vez que hago referencia a la importancia que tienen los
procesos, quizás a veces muy ausentes, en la construcción de la paz
y la convivencia. El proceso cercano y discreto ayuda a la empatía,
aborda la integridad del problema, ayuda a acercarnos al dolor
ajeno,
facilita la reflexión para la autocrítica, ayuda a ser igual de
contundentes en la valoración ética de unos hechos y otros, y
facilita la asunción de responsabilidades políticas. El proceso
ayuda a pasar de la noria de la exigencia permanente a preguntarnos
qué es lo que cada uno de nosotros y nosotras puede hacer para
ayudar a sanar los sufrimientos y a construir la convivencia.
Y
es ahí, donde este tipo de actos y su organización se convierten en
un microproceso a favor de la convivencia y la sanación del dolor.
Hace
menos de dos meses recibí la primera llamada de Jose Miguel,
explicándome su intención de hacer este acto. Y a partir de ahí,
para mí, se inicia un microproceso. En estos casi dos meses, no sé
cuántas han llegado a ser las llamadas y los emails. He intentado
entender, y me he sentido siempre entendido, entendidas mis
limitaciones, algo que agradezco enormemente, y algo que a veces se
echa de menos.
He
leído recientemente a Andoni Aduriz decir que el ingrediente al que
no podría renunciar es la imaginación, y el ingrediente que detesta
es la certeza. Y es curioso, porque en cierta manera me atrevería a
decir que así es nuestra relación, llena de imaginación, y que
cuestiona nuestras propias certezas.
La
imaginación para entender el dolor ajeno, para entender su vida, sus
miedos, su lugar… La imaginación para pensar en aquello que no se
espera, para intentar construir algo nuevo, para imaginar una vida
para nuestros hijos e hijas. Imaginación para sacar la valentía
para llamarle a este Alcalde. Imaginación para hacer un acto de
todos y todas por la paz. Imaginación para sin renunciar al dolor
del pasado, querer construir el futuro. Imaginación para colaborar
en la organización de este acto. En definitiva, imaginación para
construir el futuro, para liberarnos de las certezas del pasado,
certezas que no nos han dejado imaginar.
Porque
quiero imaginar que lo de hoy rompe una serie de certezas. Quiero
imaginar que se puede traspasar la frontera de la solidaridad sin
miedo a perder ninguna esencia. Quiero imaginar que se puede estar
aquí para ayudar a la familia a liberarse de su dolor, incluso
compartiendo lecturas y visiones diferentes del pasado. Quiero
imaginar que lo de hoy ayuda a compartir el sufrimiento, porque es
necesaria una memoria compartida, de sufrimientos diversos
compartidos. Quiero imaginar que “lo posible de lo imposible se
mide en la voluntad del ser humano”, y que esta frase, escrita en
la cocina del Mugaritz se convierte en una guía en el trabajo para
la construcción de la convivencia.
Imajinatu
nahi dut gaurkoak aurretiazko usteak, ziurtasun erabatekoak, hautsi
ditzazkeela. Imajinatu nahi dut elkartasunaren mugak pasa daitezkeela
gure esentzia galtzeko beldurrik izan gabe. Imajinatu nahi dut
iraganarekiko ikuspegi eta irakurketa ezberdinak izanik ere, gaur
hemen familiaren mina askatzen laguntzeko egon gaitezkeela. Imaginatu
nahi dut gaurkoak sufrimentua partekatzera lagundu dezakeela, memoria
partekatu bat beharrezkoa delako.
Hoy
aquí se va a plantar un olivo, como símbolo de la amistad y del
hermanamiento del pueblo andaluz y el pueblo vasco. Aquí, frente al
caserío Otzazulueta, en el conocido Mugaritz, para romper las
fronteras (Muga) que no nos dejan ver el sufrimiento del otro, y
aquí, mirando a nuestro roble (haritza).
El
bertsolari Jon Maia lleva unos cuantos años intentando acercar a
comunidades muy probablemente alejadas en el pasado. Es por ello por
lo que solicité al bertsolari unas palabras para leerlas en este
acto. Y él me remitió a un apartado de una poesía suya dedicada a
su abuela extremeña, que al leerla, sin buscarlo, me ha llevado a
conversaciones y episodios vividos contigo Jose Miguel. Y dice así:
“Como
una deuda pendiente,
como
un abrazo sin dar,
como
dos miradas esquivas
que
se acaban de encontrar.
Aquí
presente la tierra,
aquí
presente el olivo,
olivo
contra el olvido.
En
esta tierra que amas
donde
has muerto y has vivido”
Efectivamente
Jose Miguel, Maria Dolores y resto de familiares. Teníamos una deuda
pendiente con vosotros y vosotras. Lo teníamos como municipio,
porque los hechos ocurrieron justo aquí, en Errenteria, a donde no
habéis vuelto desde aquello.
Esos
hechos marcaron vuestra vida, y la tuya Jose Miguel. De ahí tu
demanda de ser reconocido como víctima por el Estado. Poco podemos
hacer ahí, pero donde sí podemos hacer es en intentar ayudarte a
sanar tu dolor, vuestro dolor, a intentar ayudar a que podáis
reconstruir vuestra vida.
Siento
que este municipio tiene esa deuda con vosotros y vosotras, pero me
atrevería a decir que incluso esa es también la deuda personal que
yo siento en mi interior. El 14 de septiembre de 1982 se os destrozó
la vida, y quiero, queremos, ayudaros a recomponerla, conscientes no
obstante, que el daño es irreparable, que Antonio no va a volver.
Uste
dut udalerri honek zorra zuela zuekin, baina ausartuko nintzateke
esatera, nire barruan zor pertsonala bezela ere sentitzen dudala.
1982ko irailaren 14ean bizitza apurtu zitzaizuen, eta nahiko nuke,
nahiko genuke, zuen bizitza berrosatzen laguntzea, jakinik minak ez
duela atzerabueltarik, Antonio jada ez dela bueltatuko.
Efectivamente,
dos miradas esquivas se acaban de encontrar. Y puestos a imaginar,
quiero imaginar que este sea ese abrazo sin dar. A ti Jose Miguel,
que sé que los abrazos son importantes para ti, a ti Maria Dolores,
y al resto de familiares. Que sea este el abrazo por el que este
municipio, y yo personalmente, os queremos ayudar.
Termino:
“Aquí
presente la tierra,
aquí
presente el olivo.
Olivo
contra el olvido
En
esta tierra que amas,
donde
has muerto y has vivido”
Olivo
y haritza, frente a frente, como esas dos miradas esquivas que se
acaban de encontrar.
Eskerrik
asko
Intervención de José Miguel Cedillo
Egun on. Buenos días.
A Martina y a Pablo Cedillo que ahora
tienen los mismos 3 años con los que yo pisé por última vez el País
Vasco, les he contado que allá en el Norte hay una tierra HERMOSA con
gente HERMOSA.
Una tierra en la que su abuela, su abuelo y yo fuimos felices una vez. Donde desde hoy les aseguro que nunca se sentirán extraños.
Y a la que podrán acudir sin miedos y en libertad, a disfrutar, ejercitar y alimentar la convivencia en paz.
Amigos y amigas.
¡Cuánto os necesitaba! Ni yo mismo sabía cuánto os necesitaba antes de llegar aquí. Lo intuía y hasta lo deseaba Deseaba llegar y encontrarme reconfortado por el hecho mismo de volver
al País Vasco. De despejar el borrón en el mapa físico y de mis
emociones que esta tierra lleva siendo para mi 36 de mis 39 años. ¿Qué
injusto verdad?
Ni yo mismo podía llegar a saber que mucho antes
de venir, ya iba a traer las alforjas llenas del cariño, del
reconocimiento y del RESPETO de cada uno de vosotros y vosotras con los
que he tenido la fortuna de hablar. De aquí y de allí.
Ni yo
mismo me podía imaginar que en estos duros, DURÍSIMOS días iba a
encontrar el arrope de extraños que sienten como familia.
Probablemente porque de una o de otra forma, en primera o en tercera
persona, el sufrimiento común, el padecimiento colectivo, nos convierte
en algo parecido a una familia.
Quizás la familia que perdí con
el asesinato de mi padre y que tanto y tanto trabajo y años nos ha
costado enderezar cada una de las mil veces, de las millones de veces,
que se nos torcía, ¿verdad mamá?
Quizás esa conexión que produce
el sufrimiento extremo continuado entrelaza invisibles hilos que se
manifiestan en miradas cálidas, en manos sobre hombros, en palabras
hondas en frases sencillas, en silencios que se sienten como abrazos.
No es compasión. No es pena. Es un ‘te escucho, te entiendo, te comprendo’.
Tampoco me podía imaginar lo mucho que me habéis hecho sentir que
también me necesitabais aquí. Es una extraña aplicación del principio de
reciprocidad que nos recuerda que somos humanos y que es fácil
encontrarse debajo de las mil capas que nos imponemos.
A quienes
hayáis podido leer mi carta, os sonará que repito que ‘sólo hablo en mi
nombre’. Efectivamente, ni soy ni quiero ni puedo ser ejemplo de nada.
Por eso pido el respeto de quienes no piensen ni sientan como yo.
Hace 7 años las piezas del rompecabezas de mi vida encajaron a mazazos,
de forma tan involuntaria como necesaria. Fue entonces cuando decidí
enfrentar los miedos que me acompañan desde el fatídico 14 de septiembre
de 1982.
Miedos tan presentes en mi desde que tengo 3 años que casi llegué a creerme que eran indisolublemente míos.
Hasta entonces la nebulosa era el espacio más confortable posible en el
que me había instalado contra el dolor. Con momentos malos y peores.
La nebulosa estaba ahí. Siempre presente.
Pero había otras urgencias. Mi principal preocupación era la supervivencia emocional. Intentar ser lo más parecido posible a las personas de mi misma generación. Sobreponerme a las crisis, a las fobias, al vértigo constante, a los
fracasos sociales y al agujero en el estómago estuviera donde estuviera,
con quien estuviera y haciendo lo que estuviera haciendo.
Intentaba con todas mis fuerzas ser una persona normal con problemas normales. Pero no podía. Ni puedo.
Entenderéis que en estas condiciones, el odio, el rencor, las ganas de
encontrar culpables a los que pedirles una explicación que diera sentido
a lo que no lo tiene, eran sentimientos recurrentes.
Seguro que en esto no os descubro nada que no hayáis podido sentir y sufrir vosotros mismos. Ahí mi madre, a la que tanto tengo que agradecer, hizo lo que pudo con el mejor resultado posible. De tales palos, tal astilla. Y aquí estoy. Aquí estamos.
36 años después tenía que venir. Encontrarme con el pasado para poder
mirar al futuro de otra forma. Más fuerte. Más limpio. Con la mochila
cargada de males y pastillas. Pero mejor persona. Con la misma
ausencia de mi padre porque eso no va a desaparecer jamás. Con las
mismas preguntas sin respuesta. Pero habiendo cerrado un círculo
virtuoso que convierta lo peor en malo, y lo malo en bueno.
No se
trata de pasar página porque no se puede. Sino de escribir una nueva.
Renglón a renglón reconstruyendo la convivencia, regando la paz.
Si desde octubre de 2011 las cosas han cambiado, debemos hacer que
cambien de verdad. Creyéndonoslo. Practicándolo. Esto que ahora vivimos
es lo que tanta gente, durante tantos años y con tanto sufrimiento
persiguió. Ahora que lo tenemos delante, seamos capaces de preservarlo,
de alimentarlo y de hacer que crezca sano y fuerte.
Con memoria.
Pero debemos hacer un cortafuegos generacional que blinde a los que
vienen detrás de todo lo malo que nosotros ya hemos vivido.
No quiero bajo ningún concepto que la herencia que a Pablo y a Martina les dejen su abuelo y su padre sea la del rencor.
En esta liberación del odio he encontrado la respuesta al homenaje que mi padre nunca tuvo en 36 años.
Siempre tuvo vocación de ayuda a los demás incluso antes de ser policía.
Nunca fue una persona violenta. Sí valiente, responsable y sensible.
Estoy seguro de que si le pusieran por delante los dos caminos, el de
la paz y el de la violencia, elegiría sin dudarlo el de la convivencia
en paz.
Quiero que el nombre de mi padre salga del listado
anónimo de las más de 800 víctimas del horror y de la violencia para
pasar al listado también anónimo de quienes han ayudado a construir la
paz.
Que ese sea su legado cada vez que alguien escriba sobre él y
su asesinato. Cada vez que se busque en Internet, se referencie en
libros, se estudien estos 50 años negros de España, o alguien pregunte
por lo que pasó en los Altos de Perurena.
Nadie me puede devolver a mi padre que es lo que yo querría. Lo que sí puedo hacer es que su nombre permanezca ligado
indisolublemente a la paz ayudando a construir el camino de la
convivencia que él hubiera querido para mi y para sus nietos.
Esta es la aportación de los Cedillo en 2018. Hoy doy un paso decisivo en buscar mi paz. Hoy doy mucho más de lo que puedo para contribuir a cerrar mi herida.
Pero solo no puedo. Vengo de la decepción de comprobar cómo me han fallado aquellos en quienes había depositado la confianza de procurar mi bienestar, mi protección, mi seguridad, mi atención y la esperanza del apoyo para reconstruirme como persona en sociedad.
Sabéis que mantengo una
exigencia que convierta en ciertas las palabras justicia,
reconocimiento, dignidad y reparación. Me refiero a la situación en la
que nos encontramos los huérfanos de ETA, las víctimas de segunda
generación con secuelas imposibilitadoras de una vida normal que hoy por
hoy estamos fuera de la Ley de Solidaridad.
Si yo he podido
llegar aquí y hacer esto, les pido a los responsables políticos que con
urgencia hagan que esta herida se cierre en firme: con reconocimiento,
reparación y dignidad.
Hace poco un amigo me contó lo que significa Mugaritz. A medio camino entre las palabras roble y frontera. Tenía que ser aquí, donde hace 36 años la sinrazón me convirtió en la
persona más infeliz del mundo, donde hoy tan acompañado como me siento
le demos juntos un empujón a la Historia con mayúsculas para que este
lugar tan bello que hace 36 años fue el escenario del horror quede
definitivamente ligado a la paz, a la convivencia, a la palabra.
Y
a la sombra del roble que manda en esta ladera, según dicen el roble
más antiguo de Euskadi, y cuando las fronteras ya solo existen en los
papeles, un olivo andaluz de 200 años será testigo permanente del futuro
que juntos tenemos que construir cada día.
Batak bestea zaindu dezala. Denek zaindu ditzagula biak.
Que uno cuide del otro. Que todos cuidemos de los dos.
Merece la pena hacer el esfuerzo por contribuir a que la herida se
cierre; merece la pena el esfuerzo si el resultado es el de estar más
cerca de la convivencia en paz.
Muchas gracias a cada uno de los que habéis querido acompañarme.
A los cargos públicos de todos los partidos.
A la Corporación de Errentería que con tanto cariño y respeto me ha cuidado.
A los medios de comunicación que dan voz a mi caso.
Y sobre todo a las víctimas que me entendéis como si fuéramos familia.
A los cargos públicos de todos los partidos.
A la Corporación de Errentería que con tanto cariño y respeto me ha cuidado.
A los medios de comunicación que dan voz a mi caso.
Y sobre todo a las víctimas que me entendéis como si fuéramos familia.
Bide honetan. Bide honen nahi edo ahal duzuen zatitan, ziur topo egingo dugula.
En este camino. En la parte de este camino que queráis y podáis, seguro que nos encontraremos.
Eskerrikasco. Muchas gracias.
José Miguel Cedillo García,
Errentería 15 de septiembre de 2018
Errentería 15 de septiembre de 2018