domingo, 16 de septiembre de 2018

Intervenciones de Julen Mendoza (Alcalde Errenteria) y José Miguel Cedillo en el acto de reconocimiento a Antonio Cedillo

"Como una deuda pendiente,
como un abrazo sin dar,
como dos miradas esquivas
que se acaban de encontrar.
Aquí presente la tierra,
aquí presente el olivo,
olivo contra el olvido.
En esta tierra que amas
donde has muerto y has vivido”


ACTO DE RECONOCIMIENTO DE ANTONIO CEDILLO
ALKATEAREN HITZAK
Egunon guztioi eta eskerrik asko gaur hona, gure herrira, etortzeagatik. Ongi etorriak zarete guztiak. Ongi etorri, bienvenidos, a los y las que os habéis desplazado desde Andalucía.

Pero hoy especialmente ongi etorri a Jose Miguel, Maria Dolores y resto de familiares de Antonio Cedillo. Sé que para vosotros y vosotras esto no es fácil, sé que es consecuencia de un proceso personal muy profundo, que os habéis armado de fuerza para poder estar hoy aquí después de 36 años de esos hechos tan trágicos. Por eso, quiero trasladaros honestamente que sois bienvenidos a este municipio.

Este Ayuntamiento, organizado por el propio Ayuntamiento, ha llevado a cabo dos actos de reconocimiento y reparación de víctimas de vulneraciones de derechos humanos: el primero, el 28 de junio de 2017, por las víctimas de ETA Vicente Gajate, Jose Luis Caso y Manuel Zamarreño; el segundo, el 15 de diciembre de ese mismo año, por las víctimas de abusos policiales, los fallecidos Gregorio Maritxalar, Rafael Gómez y José Luis Cano, y más de una decena de heridos.

Previamente, este Ayuntamiento, por unanimidad de todos los partidos políticos del Ayuntamiento de Errenteria, aprobó el documento “Hacia una memoria compartida, Informe sobre violaciones de derechos humanos y hechos violentos acaecidos en Errenteria de 1956 a 2012.” Este documento tiene un enorme valor, ha marcado un antes y un después, toda vez que es la primera vez que todas las fuerzas políticas llegamos a un acuerdo sobre cuáles son los hechos, y por lo tanto, las víctimas de vulneraciones de derechos humanos de las violencias de diferente origen ocurridos en nuestro municipio en el pasado. Es sobre esa base sobre la que se desarrollan los actos que han sido señalados. El objetivo, la reparación de esas víctimas, y en lo que atañe a un Ayuntamiento, la reparación social.

Posterior a esos actos, los grupos políticos del Ayuntamiento de Errenteria acordamos que no habría más actos parciales, y que el siguiente acto sería conjunto para la totalidad de las víctimas de vulneraciones de derechos humanos acaecidos en Errenteria como consecuencia de la violencia de motivación política.

El acto de hoy, por tanto, no es un acto organizado por el Ayuntamiento, sino por la familia de Antonio Cedillo, pero este Ayuntamiento ha querido ayudar a la familia en su organización.

No es la primera vez que hago referencia a la importancia que tienen los procesos, quizás a veces muy ausentes, en la construcción de la paz y la convivencia. El proceso cercano y discreto ayuda a la empatía, aborda la integridad del problema, ayuda a acercarnos al dolor

ajeno, facilita la reflexión para la autocrítica, ayuda a ser igual de contundentes en la valoración ética de unos hechos y otros, y facilita la asunción de responsabilidades políticas. El proceso ayuda a pasar de la noria de la exigencia permanente a preguntarnos qué es lo que cada uno de nosotros y nosotras puede hacer para ayudar a sanar los sufrimientos y a construir la convivencia.

Y es ahí, donde este tipo de actos y su organización se convierten en un microproceso a favor de la convivencia y la sanación del dolor.

Hace menos de dos meses recibí la primera llamada de Jose Miguel, explicándome su intención de hacer este acto. Y a partir de ahí, para mí, se inicia un microproceso. En estos casi dos meses, no sé cuántas han llegado a ser las llamadas y los emails. He intentado entender, y me he sentido siempre entendido, entendidas mis limitaciones, algo que agradezco enormemente, y algo que a veces se echa de menos.

He leído recientemente a Andoni Aduriz decir que el ingrediente al que no podría renunciar es la imaginación, y el ingrediente que detesta es la certeza. Y es curioso, porque en cierta manera me atrevería a decir que así es nuestra relación, llena de imaginación, y que cuestiona nuestras propias certezas.

La imaginación para entender el dolor ajeno, para entender su vida, sus miedos, su lugar… La imaginación para pensar en aquello que no se espera, para intentar construir algo nuevo, para imaginar una vida para nuestros hijos e hijas. Imaginación para sacar la valentía para llamarle a este Alcalde. Imaginación para hacer un acto de todos y todas por la paz. Imaginación para sin renunciar al dolor del pasado, querer construir el futuro. Imaginación para colaborar en la organización de este acto. En definitiva, imaginación para construir el futuro, para liberarnos de las certezas del pasado, certezas que no nos han dejado imaginar.

Porque quiero imaginar que lo de hoy rompe una serie de certezas. Quiero imaginar que se puede traspasar la frontera de la solidaridad sin miedo a perder ninguna esencia. Quiero imaginar que se puede estar aquí para ayudar a la familia a liberarse de su dolor, incluso compartiendo lecturas y visiones diferentes del pasado. Quiero imaginar que lo de hoy ayuda a compartir el sufrimiento, porque es necesaria una memoria compartida, de sufrimientos diversos compartidos. Quiero imaginar que “lo posible de lo imposible se mide en la voluntad del ser humano”, y que esta frase, escrita en la cocina del Mugaritz se convierte en una guía en el trabajo para la construcción de la convivencia.

Imajinatu nahi dut gaurkoak aurretiazko usteak, ziurtasun erabatekoak, hautsi ditzazkeela. Imajinatu nahi dut elkartasunaren mugak pasa daitezkeela gure esentzia galtzeko beldurrik izan gabe. Imajinatu nahi dut iraganarekiko ikuspegi eta irakurketa ezberdinak izanik ere, gaur hemen familiaren mina askatzen laguntzeko egon gaitezkeela. Imaginatu nahi dut gaurkoak sufrimentua partekatzera lagundu dezakeela, memoria partekatu bat beharrezkoa delako.

Hoy aquí se va a plantar un olivo, como símbolo de la amistad y del hermanamiento del pueblo andaluz y el pueblo vasco. Aquí, frente al caserío Otzazulueta, en el conocido Mugaritz, para romper las fronteras (Muga) que no nos dejan ver el sufrimiento del otro, y aquí, mirando a nuestro roble (haritza).

El bertsolari Jon Maia lleva unos cuantos años intentando acercar a comunidades muy probablemente alejadas en el pasado. Es por ello por lo que solicité al bertsolari unas palabras para leerlas en este acto. Y él me remitió a un apartado de una poesía suya dedicada a su abuela extremeña, que al leerla, sin buscarlo, me ha llevado a conversaciones y episodios vividos contigo Jose Miguel. Y dice así:

Como una deuda pendiente,
como un abrazo sin dar,
como dos miradas esquivas
que se acaban de encontrar.
Aquí presente la tierra,
aquí presente el olivo,
olivo contra el olvido.
En esta tierra que amas
donde has muerto y has vivido”

Efectivamente Jose Miguel, Maria Dolores y resto de familiares. Teníamos una deuda pendiente con vosotros y vosotras. Lo teníamos como municipio, porque los hechos ocurrieron justo aquí, en Errenteria, a donde no habéis vuelto desde aquello.

Esos hechos marcaron vuestra vida, y la tuya Jose Miguel. De ahí tu demanda de ser reconocido como víctima por el Estado. Poco podemos hacer ahí, pero donde sí podemos hacer es en intentar ayudarte a sanar tu dolor, vuestro dolor, a intentar ayudar a que podáis reconstruir vuestra vida.

Siento que este municipio tiene esa deuda con vosotros y vosotras, pero me atrevería a decir que incluso esa es también la deuda personal que yo siento en mi interior. El 14 de septiembre de 1982 se os destrozó la vida, y quiero, queremos, ayudaros a recomponerla, conscientes no obstante, que el daño es irreparable, que Antonio no va a volver.

Uste dut udalerri honek zorra zuela zuekin, baina ausartuko nintzateke esatera, nire barruan zor pertsonala bezela ere sentitzen dudala. 1982ko irailaren 14ean bizitza apurtu zitzaizuen, eta nahiko nuke, nahiko genuke, zuen bizitza berrosatzen laguntzea, jakinik minak ez duela atzerabueltarik, Antonio jada ez dela bueltatuko.

Efectivamente, dos miradas esquivas se acaban de encontrar. Y puestos a imaginar, quiero imaginar que este sea ese abrazo sin dar. A ti Jose Miguel, que sé que los abrazos son importantes para ti, a ti Maria Dolores, y al resto de familiares. Que sea este el abrazo por el que este municipio, y yo personalmente, os queremos ayudar.
Termino:
Aquí presente la tierra,
aquí presente el olivo.
Olivo contra el olvido
En esta tierra que amas,
donde has muerto y has vivido”
Olivo y haritza, frente a frente, como esas dos miradas esquivas que se acaban de encontrar.
Eskerrik asko




Intervención de José Miguel Cedillo


Egun on. Buenos días.
A Martina y a Pablo Cedillo que ahora tienen los mismos 3 años con los que yo pisé por última vez el País Vasco, les he contado que allá en el Norte hay una tierra HERMOSA con gente HERMOSA.

Una tierra en la que su abuela, su abuelo y yo fuimos felices una vez. Donde desde hoy les aseguro que nunca se sentirán extraños.

Y a la que podrán acudir sin miedos y en libertad, a disfrutar, ejercitar y alimentar la convivencia en paz.

Amigos y amigas.
¡Cuánto os necesitaba! Ni yo mismo sabía cuánto os necesitaba antes de llegar aquí. Lo intuía y hasta lo deseaba Deseaba llegar y encontrarme reconfortado por el hecho mismo de volver al País Vasco. De despejar el borrón en el mapa físico y de mis emociones que esta tierra lleva siendo para mi 36 de mis 39 años. ¿Qué injusto verdad?

Ni yo mismo podía llegar a saber que mucho antes de venir, ya iba a traer las alforjas llenas del cariño, del reconocimiento y del RESPETO de cada uno de vosotros y vosotras con los que he tenido la fortuna de hablar. De aquí y de allí.

Ni yo mismo me podía imaginar que en estos duros, DURÍSIMOS días iba a encontrar el arrope de extraños que sienten como familia.

Probablemente porque de una o de otra forma, en primera o en tercera persona, el sufrimiento común, el padecimiento colectivo, nos convierte en algo parecido a una familia.

Quizás la familia que perdí con el asesinato de mi padre y que tanto y tanto trabajo y años nos ha costado enderezar cada una de las mil veces, de las millones de veces, que se nos torcía, ¿verdad mamá?

Quizás esa conexión que produce el sufrimiento extremo continuado entrelaza invisibles hilos que se manifiestan en miradas cálidas, en manos sobre hombros, en palabras hondas en frases sencillas, en silencios que se sienten como abrazos.

No es compasión. No es pena. Es un ‘te escucho, te entiendo, te comprendo’.

Tampoco me podía imaginar lo mucho que me habéis hecho sentir que también me necesitabais aquí. Es una extraña aplicación del principio de reciprocidad que nos recuerda que somos humanos y que es fácil encontrarse debajo de las mil capas que nos imponemos.

A quienes hayáis podido leer mi carta, os sonará que repito que ‘sólo hablo en mi nombre’. Efectivamente, ni soy ni quiero ni puedo ser ejemplo de nada. Por eso pido el respeto de quienes no piensen ni sientan como yo.

Hace 7 años las piezas del rompecabezas de mi vida encajaron a mazazos, de forma tan involuntaria como necesaria. Fue entonces cuando decidí enfrentar los miedos que me acompañan desde el fatídico 14 de septiembre de 1982.

Miedos tan presentes en mi desde que tengo 3 años que casi llegué a creerme que eran indisolublemente míos.

Hasta entonces la nebulosa era el espacio más confortable posible en el que me había instalado contra el dolor. Con momentos malos y peores.
 
La nebulosa estaba ahí. Siempre presente.
 
Pero había otras urgencias. Mi principal preocupación era la supervivencia emocional. Intentar ser lo más parecido posible a las personas de mi misma generación. Sobreponerme a las crisis, a las fobias, al vértigo constante, a los fracasos sociales y al agujero en el estómago estuviera donde estuviera, con quien estuviera y haciendo lo que estuviera haciendo.

Intentaba con todas mis fuerzas ser una persona normal con problemas normales. Pero no podía. Ni puedo.

Entenderéis que en estas condiciones, el odio, el rencor, las ganas de encontrar culpables a los que pedirles una explicación que diera sentido a lo que no lo tiene, eran sentimientos recurrentes.

Seguro que en esto no os descubro nada que no hayáis podido sentir y sufrir vosotros mismos. Ahí mi madre, a la que tanto tengo que agradecer, hizo lo que pudo con el mejor resultado posible. De tales palos, tal astilla. Y aquí estoy. Aquí estamos.

36 años después tenía que venir. Encontrarme con el pasado para poder mirar al futuro de otra forma. Más fuerte. Más limpio. Con la mochila cargada de males y pastillas. Pero mejor persona. Con la misma ausencia de mi padre porque eso no va a desaparecer jamás. Con las mismas preguntas sin respuesta. Pero habiendo cerrado un círculo virtuoso que convierta lo peor en malo, y lo malo en bueno. 

No se trata de pasar página porque no se puede. Sino de escribir una nueva. Renglón a renglón reconstruyendo la convivencia, regando la paz.

Si desde octubre de 2011 las cosas han cambiado, debemos hacer que cambien de verdad. Creyéndonoslo. Practicándolo. Esto que ahora vivimos es lo que tanta gente, durante tantos años y con tanto sufrimiento persiguió. Ahora que lo tenemos delante, seamos capaces de preservarlo, de alimentarlo y de hacer que crezca sano y fuerte.

Con memoria. Pero debemos hacer un cortafuegos generacional que blinde a los que vienen detrás de todo lo malo que nosotros ya hemos vivido.
 
No quiero bajo ningún concepto que la herencia que a Pablo y a Martina les dejen su abuelo y su padre sea la del rencor.

En esta liberación del odio he encontrado la respuesta al homenaje que mi padre nunca tuvo en 36 años.
 
Siempre tuvo vocación de ayuda a los demás incluso antes de ser policía.
 
Nunca fue una persona violenta. Sí valiente, responsable y sensible.
 
Estoy seguro de que si le pusieran por delante los dos caminos, el de la paz y el de la violencia, elegiría sin dudarlo el de la convivencia en paz.

Quiero que el nombre de mi padre salga del listado anónimo de las más de 800 víctimas del horror y de la violencia para pasar al listado también anónimo de quienes han ayudado a construir la paz.

Que ese sea su legado cada vez que alguien escriba sobre él y su asesinato. Cada vez que se busque en Internet, se referencie en libros, se estudien estos 50 años negros de España, o alguien pregunte por lo que pasó en los Altos de Perurena.

Nadie me puede devolver a mi padre que es lo que yo querría. Lo que sí puedo hacer es que su nombre permanezca ligado indisolublemente a la paz ayudando a construir el camino de la convivencia que él hubiera querido para mi y para sus nietos.

Esta es la aportación de los Cedillo en 2018. Hoy doy un paso decisivo en buscar mi paz. Hoy doy mucho más de lo que puedo para contribuir a cerrar mi herida. 

Pero solo no puedo. Vengo de la decepción de comprobar cómo me han fallado aquellos en quienes había depositado la confianza de procurar mi bienestar, mi protección, mi seguridad, mi atención y la esperanza del apoyo para reconstruirme como persona en sociedad.

Sabéis que mantengo una exigencia que convierta en ciertas las palabras justicia, reconocimiento, dignidad y reparación. Me refiero a la situación en la que nos encontramos los huérfanos de ETA, las víctimas de segunda generación con secuelas imposibilitadoras de una vida normal que hoy por hoy estamos fuera de la Ley de Solidaridad.

Si yo he podido llegar aquí y hacer esto, les pido a los responsables políticos que con urgencia hagan que esta herida se cierre en firme: con reconocimiento, reparación y dignidad.  

Hace poco un amigo me contó lo que significa Mugaritz. A medio camino entre las palabras roble y frontera. Tenía que ser aquí, donde hace 36 años la sinrazón me convirtió en la persona más infeliz del mundo, donde hoy tan acompañado como me siento le demos juntos un empujón a la Historia con mayúsculas para que este lugar tan bello que hace 36 años fue el escenario del horror quede definitivamente ligado a la paz, a la convivencia, a la palabra.

Y a la sombra del roble que manda en esta ladera, según dicen el roble más antiguo de Euskadi, y cuando las fronteras ya solo existen en los papeles, un olivo andaluz de 200 años será testigo permanente del futuro que juntos tenemos que construir cada día.

Batak bestea zaindu dezala. Denek zaindu ditzagula biak.
Que uno cuide del otro. Que todos cuidemos de los dos.

Merece la pena hacer el esfuerzo por contribuir a que la herida se cierre; merece la pena el esfuerzo si el resultado es el de estar más cerca de la convivencia en paz.
Muchas gracias a cada uno de los que habéis querido acompañarme.
A los cargos públicos de todos los partidos.
A la Corporación de Errentería que con tanto cariño y respeto me ha cuidado.
A los medios de comunicación que dan voz a mi caso.
Y sobre todo a las víctimas que me entendéis como si fuéramos familia.
Bide honetan. Bide honen nahi edo ahal duzuen zatitan, ziur topo egingo dugula.
En este camino. En la parte de este camino que queráis y podáis, seguro que nos encontraremos.
Eskerrikasco. Muchas gracias.
José Miguel Cedillo García,
Errentería 15 de septiembre de 2018