martes, 22 de diciembre de 2015

Errenteria: Deconstruir la memoria para forjar la paz

El proyecto documental Oroimena bizigune (Habitar la memoria), elaborado por jóvenes de Errenteria, busca impulsar la convivencia en paz a través de testimonios sobre la violencia

 
Emplear el dolor para construir, la fractura para unir, el enfrentamiento para impulsar la convivencia. Es el experimento que lleva a cabo desde hace cerca de tres años Errenteria. Este municipio de Gipuzkoa, uno de los más castigados por la violencia de ETA, busca cimentar su presente y, sobre todo, su futuro en la paz y entre todos. En 2013, el ayuntamiento impulsó Eraikiz (Construyendo), un ciclo de cine y teatro políticos en el que todos los partidos con representación municipal (EH Bildu, PNV, PSE, PP y Ezker Anitza) se sentaron en la misma mesa. Ahora, con la memoria colectiva como punto de partida y los jóvenes a modo de catalizador, se presenta Oroimena bizigune (Habitar la memoria), un proyecto documental multiplataforma donde nueve jóvenes de entre 18 y 23 años recogen los testimonios de cien violencias.

Porque en Errenteria cada calle, taberna, comercio, cada esquina y cada familia tiene su propia memoria. Una a una, la cámara de un teléfono móvil las escucha para después fundirlas en una única historia. Una historia plagada de matices, de opiniones divergentes, incluso enfrentadas, pero compilada con un único objetivo, afirman José Luis Roncero e Iñaki Gómez, productores del documental: “Conocer y reconocer el pasado violento, siempre a través del diálogo, para construir el futuro en convivencia en Errenteria y en el resto de Euskal Herria (País Vasco, Navarra y País Vasco francés)”. Sin embargo, son quienes apenas tienen memoria del conflicto los encargados de coser ese futuro en común. Los más jóvenes, parte de una “generación menos contaminada”, dicen desde la productora, se asoman a la dictadura de Franco y a los posteriores años de plomo. “De la historia del pueblo conozco lo que me han contado mis padres, algunos amigos…”, reconoce una de las chicas. “Llevo diez años viviendo en el País Vasco y hasta hace muy poco no era consciente de la historia de este pueblo”, apunta otro.

Así que salen a la calle, móvil en mano, e indagan en la historia del pueblo, en su identidad, mediante quienes sí tienen memoria, incluso demasiada. Hablan con sus vecinos, protagonistas anónimos del conflicto violento desde uno u otro bando. O desde ninguno. Sin tabúes ni filtros y bajo una sola premisa: ¿cómo le contarías la historia de Errenteria a alguien que no la conoce? Poco a poco descubren que la localidad pasó de tener 12.000 habitantes en los años 50 a superar los 46.000 en 1.975. Que “mucha gente vino desde España a buscarse el pan. Por ejemplo, mi padre. Hubo buena y mala convivencia, pero en mi opinión los que vinieron de fuera no entendieron que aquí había un conflicto político”, señala un vecino. Otro apunta: “El pueblo cambió mucho en poco tiempo. Pasó a ser un gran núcleo industrial de repente. Donde había un baserri (caserío) se construyó un barrio completo y hubo mucha gente que no se integró”. “Había muchas fábricas, algunas incluso dentro del pueblo. Los trabajadores vivían hacinados en viviendas construidas sin planificación urbanística y en muy malas condiciones”, añade un tercero.

Y así, Errenteria fue, por un lado, foco de “lucha obrera contra la dictadura. Huelgas, manifestaciones… un gran movimiento social y también político”, continúa. Pero también un punto especialmente negro en décadas de violencia: 19 personas asesinadas por ETA y una decena por la Policía y en enfrentamientos con ella, además de múltiples denuncias de torturas. Tras recorrer los años por kilómetros de aceras y plazas, vuelven al presente y empiezan a construir lo que será la memoria en el futuro, que para ellos se escribe con independencia, derechos, avanzar, construir, dos partes, acuerdo, política o respeto. Todo esto es Errenteria, pero en gran medida podría ser Eibar, Durango o Pamplona: “La visión de Errenteria tiene cierta imagen de símbolo, pero solo es otro pueblo más. Cualquiera de las cuestiones que se abordan y de las opiniones que podemos ver aquí se entienden en cualquier lugar del mundo donde haya existido la violencia”, explica Iñaki Gómez. Pero no todo es igual. Porque en Errenteria hace ya más de tres años que la convivencia dejó de ser simple tolerancia para empezar a transformarse en diálogo.